El Juglar de la Red

Por Rafael Cano Franco.

¡Páguenme para pegarme!

Primero dijo que era el presidente de la República más atacado en la historia, olvidándose convenientemente que hubo gobernantes que dieron su vida por estar sentados en la silla presidencial, como Francisco I. Madero o Venustiano Carranza; luego dijo que iba a pedir una “coperacha” a sus detractores para que lo sigan criticando, pero ahora pagando derecho de piso.

La relación del presidente Andrés Manuel López Obrador con los medios de comunicación ha sido ríspida y plagada de encontronazos. Desde el púlpito de las conferencias mañaneras, AMLO no deja pasar oportunidad para señalar que empresas periodísticas y periodistas lo han tomado como su objetivo de “tírale al negro”.

En todos los manuales que explican las acciones de los gobiernos de corte populista, en este caso uno que se presume de izquierda como el de México, siempre se señala a los medios de comunicación como uno de los objetivos para ser declarados como “enemigos del cambio y la trasformación”, el discurso gubernamental de los líderes populistas, como es el caso de López Obrador, tiene siempre la necesidad de inventar opositores al régimen que critican, no la realidad, sino lo hacen bajo el mandato de un poder superior solamente con el afán de descarrilar al gobierno.

El Presidente López Obrador ha sido un “bulleador” constante de los medios de comunicación y hasta inventó un grupo opositor –lo llamó BOA—donde particularizó sus señalamientos y le puso nombre y apellido a los críticos que él considera buscan dañar a la Cuatroté. La lista de los opositores enunciados fue elaborada en la Secretaría de Gobernación, pero eso no importó al Presidente, pretendió hacerla pasar como una realidad cuando era una burda mentira.

El asunto era dejar en claro que hay medios y periodistas que son vistos desde lo más alto del poder político en México como instrumentos de desestabilización y generadores de una visión que es calificada como distorsionada por parte del Ejecutivo Federal.

Y en ese mismo discurso de intolerancia a la crítica y de ataque constante a la libertad de expresión, el presidente López Obrador generalizó una acusación al asegurar que hay columnistas, que ahora lo critican, que en el pasado cobraban millones de pesos anuales para ser comparsas y aplaudidores del gobierno, no dijo ningún nombre, pero no es necesario hacerlo, en el imaginario popular son los mismos que enlistó en el grupo “BOA”.

Pero ahora fue más allá al advertir que busca la fórmula para que esos críticos constantes de su gobierno paguen un derecho de piso, cooperen con la 4T aportando el 10 por ciento de sus ingresos, para que puedan seguir criticándolo a placer.

En alguna ocasión el presidente José López Portillo, molesto por las críticas de los medios a su gobierno, sentenció “no les pago para que me peguen”; ahora, el presidente López Obrador planteó lo opuesto: “páguenme para que me peguen”.

A López Obrador, que disfruta en atacar a los medios de comunicación, le molesta sobremanera la libertad existente para criticar a su gobierno; se aferra a su discurso de la existencia de un complot en su contra y por ello los medios no cesan de repetir que su popularidad va a la baja; que falló en los preparativos para enfrentar la pandemia de Coronavirus; que la economía es un desastre y vamos a llegar a una caída en el PIB del -10 por ciento con más de 12 millones de empleos formales e informales perdidos; hay enfado por los señalamientos de privilegiar a personajes del crimen organizado; pero sobre todo le incomoda que a su gobierno se le acuse de insensible por la falta de medicinas para niños con cáncer, por cerrar los espacios para mujeres víctimas de violencia, por recortar programas y desaparecer fideicomisos a fin de recolectar recursos para sostener sus programas sociales, mantener la vida artificial de Pemex y financiar sus tres obras faraónicas.

La realidad es que los problemas que enfrenta México son tan grandes y de tan extrema gravedad que el tiempo dedicado por el presidente López Obrador en defenestrar periodistas y medios de comunicación, es una ociosidad que solamente demuestra la superficialidad de un gobierno que no da resultados y eso es lo que lo define como una decepción para sus electores y un fracaso en el cambio propuesto.

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