19 de Octubre de 2020

Educación para la democracia

Mtro. Gabriel Dueñas

Yo no sé muchas cosas es verdad.
Pero me han dormido con todos los cuentos…
Y sé todos los cuentos…

León Felipe

El cuentacuentos, desde la praxis literaria, es una persona especializada en narrar historias o sea un narrador de cuentos. Pero a los que quiero referirme, es a los cuentacuentos de arriba, a esos que ostentan el poder y asumen la hegemonía de contar los cuentos para embrutecer y manipular a los de abajo. Existen los otros cuentacuentos que aparecen como plaga, en tiempos de guerra (casi siempre sucia) en los que se disputan el triunfo por ser los mejores manipuladores y mediatizadores confrontándose para ver quién es el mejor cuentacuentos.

La batalla por lograr la victoria en este combate a muerte, en el territorio de las ilusiones vanas y las esperanzas perdidas, ni siquiera es por las conciencias de los sujetos, objetos de los bombardeos mediáticos y de los flamígeros discursos – promesas, sino por la alineación acrítica para que depositen sus cuentos en la urna donde se cocina en bandeja de plata, el gran cuento de la democracia pervertida, que trasmutara en la alquimia de la demagogia de los cuentacuentos, que gloriosos ondearan desde el poder las banderas farisaicas para hacer de sus promesas el gran cuento de nunca acabar. El cuento de los de abajo en el país de las maravillas, mientras el cuentacuentos acumula las regalías por haber triunfado en la tierra de los que no ven, de los que no escuchan, de los que no tienen voz.

El insigne José Mujica, el emblemático Presidente de Uruguay (2010 – 2014), que llego al poder sin necesidad de contar cuentos para mediatizar a su pueblo, haciendo una campaña autentica, sostenida por una historia de luchas y compromisos con los de abajo.

La elección por Mujica del electorado Uruguayo, nos da una lección de lo que esperaríamos de nuestros políticos mexicanos. Como la afirma Julia Barceló en su análisis sobre la figura de José Mujica, cuando apunta que:

Mujica se distanciaría así de la imagen socialmente compartida del político tradicional y de las formas tradicionales de hacer política. En este sentido, la adhesión de una parte significativa del electorado a Mujica puede interpretarse como una aceptación de la gente hacia nuevas formas de hacer política, o bien, como señala Pablo Da Silveira, como el “rechazo de mucha gente a las formas tradicionales de hacer política”.[1]

La gran interrogante es ¿Por qué a pesar de haber sido siempre y tantas veces burlado, manipulado, vendido y corrompido el ciudadano con el poder de elegir con su voto, sigue votando por sus propios verdugos políticos que lo mantendrán en la mentira del otro México de riquezas, que nunca les llegara, más que migajas para su sobrevivencia en medio de pobrezas y de eternas crisis sociales, políticas y económicas?

Es en este punto donde se conecta el tema de la educación para la democracia, como pedagogía ciudadana, que no solo debe suceder en los espacios escolares de todos lo niveles, sino en las familias, en las calles y en las ciudades.

Una educación que forme a sus alumnos, en habilidades sociales y políticas, comprendidas como herramientas cognitivas y de conciencia para comprender críticamente a su mundo y a su sociedad. Una pedagogía ciudadana que eduque en y para los derechos humanos, que construya conciencia por la paz, por el cuidado del medioambiente, en la solidaridad humana, en la convivencia pacífica y en la práctica social de una cultura de la legalidad.

Como bien lo señala la Filósofa Norteamericana Martha Nussbaum (2005), cuando dice que:

En una sociedad en la que la deficiencia democrática se mantiene en auge en aras a mantener a la población ignorante y ajena a la toma de decisiones políticas, una correcta puesta en práctica de la educación democrática supone una baza relevante en lo que a mejora de la participación ciudadana se refiere.

La escuela, como decía la Maestra Silvia Conde, debe educar en democracia para una sociedad no democrática.

Educar para la democracia, significa un desafío para la política educativa, para las comunidades escolares y para las familias, Sin embargo, es la única posibilidad de apostarle a educar a una nueva generación de ciudadanos críticos, participativos, consciente de tener el poder para cambiar la cultura de la demagogia como práctica política de políticos tradicionales, por una cultura de participación ciudadana democrática.

Volveremos a escuchar los mismo cuentacuentos con sus mismos cuentos sobre las promesas de bienestar y justicia social, modelos económicos progresistas, combate a la corrupción y a la impunidad, combate a la pobreza, recuperación de la paz, reconstrucción nacional, impulso a la democracia ciudadana, por una economía para la inclusión y el bienestar y así hasta el infinito.

La construcción de una nueva práctica política, que reivindique la dignidad humana tanto de políticos como de ciudadanos, cumple su parte en impulsar una educación para la democracia.

Esperemos que los cuentacuentos escuchen estas palabras del poeta español León Felipe:

.

SE TODOS LOS CUENTOS

Yo no sé muchas cosas, es verdad

Digo tan sólo lo que he visto.

Y he visto:

Que la cuna del hombre la mecen con cuentos…

Que los gritos de angustia del hombre los ahogan con cuentos…

Que el llanto del hombre lo taponan con cuentos…

Que los huesos del hombre los entierran con cuentos…

Y que el miedo del hombre

ha inventado todos los cuentos.

Yo no sé muchas cosas es verdad.

Pero me han dormido con todos los cuentos…

Y sé todos los cuentos.


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