La disputa anti-populista

Por Gilberto Miranda Chávez.

Analista

Es necesario enfatizar que el país está envuelto en una disputa mediática entre populistas y anti-populistas. Para aclarar los términos, comenzaremos por definir a los populistas como aquellos quienes están a favor de decisiones colectivas para evitar privilegiar a particulares de determinadas clases sociales, pero que en realidad las decisiones populistas no son más que decisiones personales, mayormente tomadas con profunda ignorancia, pero con beneficios para los propios populistas.

Las decisiones populistas tienen éxito entre la gente, porque ofrecen una solución a un problema específico, a corto plazo, que por su impacto termina convenciendo, pero ocultando las consecuencias negativas posteriores. Debido a la eficacia momentánea de la decisión, el populista logra emocionar a sus seguidores. Y quienes no están conformes con la decisión, son severamente acusados de ir en contra del supuesto bien común.

El populismo deja “tierra quemada”, poco o nada puede crecer después de aplicar ideas que destruyen los recursos, que limitan los intercambios sociales como las compras y las ventas, y que intervienen en los procesos de interacción humana que definen la ética y la moral. El populismo empeora las condiciones futuras, en todo momento y en todo lugar, argumentando un bien mayor y avanza exitosamente en el discurso, más no en la realidad, pero avanza porque el populismo se compara a sí mismo con la fantasía. El populista está dispuesto a perjudicarse con tal de perjudicar a quienes considera sus adversarios. El discurso populista genera resentimiento.

El populismo falla porque es incapaz de amalgamar de manera racional los intereses de todas las personas y al no lograrlo se torna violento porque de manera coactiva elige los medios que considera necesarios para alcanzar su fin, mientras que nadie de manera voluntaria e individual elegiría los mismos medios que eligió el populismo de manera coactiva y colectiva, por la simple razón de que la clase política, defensora de la democracia y manantial de populismo, son unos pocos elegidos por unos muchos, y aunque la clase política y los ciudadanos tengan el mismo fin, los medios elegidos no son los mismos.

Es imposible que el populismo logre combinar de manera racional los intereses de todas las personas porque de la individualidad surgen valoraciones subjetivas, es decir que de cada una de las personas surgen valoraciones mentales y emocionales que difieren entre todos. Pero es que el populismo promete tanto y se compara siempre con lo imposible que es tan atractivo pensar que alguien logrará hacerse con todo lo necesario para acabar con las diferencias en la sociedad.

Pero es que acabar con las diferencias es, ya de por sí, tremendamente violento. Porque para el populismo, acabar con las diferencias en la sociedad implica acabar con las diferencias materiales y eso, a su vez, implica violentar al individuo para quitarle lo que le pertenece para dárselo a quien no le pertenece. El populismo ni siquiera pretende la igualdad ante la ley. Los problemas sociales, muchos, actualmente, surgen del populismo que, metafóricamente: te rompe una pierna para darte la muleta. El anti-populismo es todo lo contrario.

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