El problema es moral

Por Gilberto Miranda Chávez.

Analista

El país está sufriendo debido a un grave problema moral. Pero para entender esto, antes que nada, debemos diferenciar dos cosas: primero, la corrupción, que, definida por la Real Academia Española, se entiende en las organizaciones, especialmente en las públicas, como una práctica consistente en la utilización de las funciones y medios de aquellas en provecho, económico o de otra índole, de sus gestores. Es decir, que el corrupto es consciente que está utilizando medios ajenos para alcanzar fines propios, atreviéndose a romper la línea de lo legal hasta alcanzar lo ilegal.

Ahora, segundo, hay que entender la moral, que, definida por la Real Academia Española, se entiende como lo relativo a las acciones de las personas, desde el punto de vista de su obrar en relación con el bien o el mal y en función de su vida individual, basado en el entendimiento de la conciencia y como un conjunto de facultades del espíritu. Y, por deducción, lo inmoral es precisamente aquello en lo que el ser humano procede mal por el mal entendimiento de la conciencia y carente de facultades del espíritu. Es decir, que el inmoral es aquel que no logra tener plena conciencia entre la línea de lo correcto y lo incorrecto, de lo legal y lo ilegal, partiendo del principal valor que es la vida.

El corrupto sabe plenamente que hace mal y actúa, el amoral no sabe plenamente que hace mal y actúa. Tan grave es lo uno como lo otro. Pero al anterior problema del país, la corrupción, ahora se le suma el actual problema del país, la inmoralidad. Y es que, partiendo de que el valor máximo del ser humano es la vida, podemos deducir entonces que todo aquello que en menor o mayor medida atente contra la vida misma es completamente inmoral. Amedrentar, amenazar y coaccionar, en según qué medida, atentan contra la vida de una persona.

El país está envuelto en un sinfín de amenazas políticas, empresariales, económicas, y de otras áreas, por falta de un sentido moral, porque no existe la conciencia por parte de quien induce a la inmoralidad de que la vida, la libertad y la propiedad son derechos básicos y amedrentar, amenazar y coaccionar a las personas es impedirles su desarrollo y, en definitiva, el desarrollo social general.

Tal situación parece obvia, cualquiera diría que es consiente que amedrentar, amenazar y coaccionar es inmoral. Pero no es así. Pues lo siguen haciendo desde las más altas esferas políticas. Es el ciudadano contra la política. Pero lo grave, lo realmente grave, es que cada vez hay más de esos mismos ciudadanos, afines al oficialismo, que aprueban amedrentar, amenazar y coaccionar en detrimento de unos para privilegio de otros. El problema es grave, el problema no es político, el problema es moral.

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