Jóvenes destruyendo el futuro
Por Gilberto Miranda Chávez.
Analista
En días recientes, Antonio Attolini Murra, militante de MORENA, declaró lo siguiente: “Mucho de lo que se critica a los programas sociales es que les da la posibilidad a jóvenes de poder echarse una cerveza con lo que las becas de ‘Jóvenes construyendo el futuro’ reciben. Dejen de estar chingando a los chavos. Si los chavos quieren con esos $2,500 pesos ir a echarse una cerveza, que se la echen, que lo hagan. Si quieren ir a comprar cuadernos, útiles, libros, subirse al transporte público o al taxi, que lo hagan. Es su derecho.”
Entonces, es importante desasnar al nada brillante político, debido a su exposición mediática y al impacto que sus declaraciones pueden tener en los jóvenes, indicándole y evidenciando las graves consecuencias de los programas sociales, además de remarcarle la diferencia entre un derecho y un privilegio.
Así pues, la primera consecuencia que Antonio Attolini Murra desconoce es que los programas sociales disminuyen la motivación para trabajar, ya que los jóvenes reciben beneficios, sin tener que hacer nada a cambio, reduciendo la productividad de la economía.
Por otra parte, aumenta los impuestos, ya que los programas sociales requieren financiamiento, y esto puede ser visto como una carga excesiva para los contribuyentes, y puede limitar su capacidad para invertir y generar riqueza.
Los programas sociales, crean dependencia del gobierno, en lugar de promover la autosuficiencia y la responsabilidad individual, esto puede llevar a una falta de iniciativa y reducir la capacidad de las personas para tomar decisiones y resolver problemas por sí mismas.
Los programas sociales son ineficientes, tienen una administración burocrática y pueden ser ineficaces en la entrega de beneficios a aquellos que realmente los necesitan, además, son costosos y en algunos casos crean déficits presupuestarios, lo que provoca problemas económicos a largo plazo.
También provocan una competencia desleal, entre los beneficiarios y aquellos que no reciben beneficios. Aquellos que no reciben beneficios pueden sentirse desfavorecidos y desmotivados, lo que puede llevar a una mayor desigualdad social y económica.
Los programas sociales distorsionan los precios, ya que los consumidores que reciben los beneficios tienen un mayor poder adquisitivo y están dispuestos a pagar más, sin producir nada. Lo que puede llevar a problemas inflacionarios y distorsión de los precios relativos.
Por otra parte, conllevan una reducción de la libertad individual, pues implican la coerción del gobierno para obligar a las personas a pagar impuestos para financiar los programas, lo que reduce la libertad individual de las personas para gastar su dinero como lo deseen.
Y finalmente, Antonio Attolini Murra no tiene la capacidad para diferenciar un derecho de un privilegio. Un derecho se refiere a una libertad o facultad que posee una persona naturalmente, es decir, que se derivan de la propia naturaleza humana y no pueden ser otorgados o retirados por el gobierno.
Los derechos fundamentales, son el derecho a la vida, el derecho a la libertad y el derecho a la propiedad.
Por otro lado, un privilegio se refiere a una ventaja o beneficio especial, que se otorga a una persona o grupo en particular por parte del gobierno, ya sea por razones políticas, sociales, económicas o de otro tipo.
Los privilegios pueden ser otorgados arbitrariamente y no necesariamente se basan en los derechos naturales.
Por lo tanto, emborracharse con dinero sustraído coactivamente a través de los impuestos pagados por los ciudadanos, no es un derecho que tienen los jóvenes, sino un privilegio que el gobierno les está otorgando.
Lo que dijo el político fue de pena ajena.