Y LOS SUEÑOS, SUEÑOS SON…

Por: Oscar Javier Amaya Ibarra.

Analista

¿Qué es la vida? “Una ilusión, una sombra, una ficción, y el mayor bien es pequeño: que toda la vida es sueño, y los sueños, sueños son”.

(Pedro Calderón de la Barca, 1635).

Dicen los que saben del tema, que cuando nuestro consciente no se atreve a mirar ciertas cosas, las esconde bajo la almohada y los sueños las alumbran, incomodan y nos fuerzan a cerrar capítulos y sanar dolores. Otros piensan que los sueños nos dejan mensajes para que abandonemos situaciones que nos pueden perjudicar. Hay quien piensa que lo que soñamos es producto de historias que se forman en nuestra cabeza, quizá porque nos preocupan, quizá porque son parte del acontecer diario y, que: dormidos las procesamos y los sueños las convierten en inverosímiles historias.

Hoy quiero contarles uno de tantos sueños que suelo experimentar muy a menudo y que lo quiero plasmar en este escrito. Soñé que vivía en un hermoso y paradisiaco País, en donde a pesar de todos los pesares, todavía tenía, variadas fuentes de riquezas naturales. Playas, ríos, selvas tropicales, sierra, desierto, una gran cultura, la mejor comida, pesca, agricultura, ganadería, minería e industria.  Donde sus hombres y mujeres habían sabido resistir los embates de gobiernos corruptos y mal intencionados, pero seguían firmes trabajando por su patria.

En ese hermoso País de mi sueño, había un presidente que había llegado al poder por la vía democrática y mantenía una fuerza como pocos gobernantes la habían tenido en varios decenios. Pero ese gobernante, que había sido un aguerrido luchador opositor a los regímenes antidemocráticos y corruptos del pasado, seguía actuando como si todavía fuese candidato, así lo demostraba en su retórica de todos los días en la tribuna de su palacio, invariablemente recordando el negro pasado de sus antecesores y siempre descalificando a todo aquel que osara criticar su actuación y, a quienes, consideraba sus enemigos. Un presidente muy dado a compararse con los héroes del pasado, pero cuya actuación pareciera la de un dictador.

El presidente de mi sueño, cegado por su sed de venganza producto de aquellos tiempos en que muchos lo ningunearon e intentaron hacerlo fracasar en su carrera política, un día se le ocurrió llevar ante la justicia a ciertos expresidentes de los cuales conservaba viejos resabios que le taladraban su cabeza y que eran para él un viejo pendiente, que debía resolver. Se le ocurrió llevar a cabo una consulta al pueblo bueno y sabio de su nación, preguntándoles: si ellos estaban de acuerdo o no, en que los expresidentes fueran enjuiciados.

Para que se pudiera hacer la pregunta a los ciudadanos, era necesario que la Suprema Corte de Justicia de aquella nación, diera su opinión sobre la constitucionalidad de la consulta. Entonces el presidente envío a la corte la solicitud oficial con la pregunta, que de manera directa aludía a los nombres de cinco expresidentes que lo antecedieron. Pero, considerando que lo que se preguntaba a la Corte era totalmente innecesario, toda vez que las leyes de ese País contemplaban claramente la forma de procesar a un expresidente lo mismo que a cualquier otro ciudadano. La opinión pública y los expertos en leyes estaban seguros de que la opinión del Poder Judicial daría su fallo en contra de llevar a cabo semejante violación al estado de derecho.

Llegado el día en que la Corte debía externar su fallo a aquella pregunta tan incómoda para ellos, toda vez que de negar la constitucionalidad los ubicaría como enemigos del régimen y de la muchedumbre que lo seguía, pero mantendrían su independencia y un lugar digno en la historia. Pero, de dar su fallo en sentido contrario, es decir, opinar que la pregunta era constitucional, quedarían bien con el régimen y sus seguidores, pero la historia los ubicaría como súbditos del Poder Ejecutivo y perderían toda la credibilidad que debería tener un poder autónomo, que no supo defender el estado de derecho, que, de hecho, en el País de mi sueño, estaba bastante lastimado.

El presidente de la Suprema Corte de Justicia, comenzó su cabildeo entre sus compañeros ministros, intentando llegar a la mejor solución y darle así, una salida digna a aquella solicitud. Habida cuenta de que, dentro de los once ministros, había cinco que estaban a favor de la constitucionalidad de la pregunta y otros cinco que estaban en contra. Una vez hecho el cabildeo, el presidente de la corte se reunió con los cinco ministros que estaban en contra de la constitucionalidad y les propuso lo siguiente: compañeros ministros: aceptar que la pregunta es constitucional, sería para nosotros un suicidio y la historia con toda razón nos condenaría. Pero aceptar que la pregunta es anticonstitucional, provocaría la ira del presidente y sus seguidores y, conociendo sus métodos cuando la razón nos los favorece, aprovecharían la cobertura para denostarnos, amenazarnos, y decirle al pueblo bueno y sabio, que somos unos conservadores que estamos a favor de los emisarios del pasado que acabaron con el País y que, no obstante que estamos ante la gran oportunidad de hacer justicia, seriamos los culpables de tal impunidad. Por lo anterior, yo les propongo: que ustedes sigan en su posición de ir en contra de la pregunta, pero necesito todo su apoyo porque voy a proponer a los otros cinco ministros que están a favor, que contando con mi voto de desempate, aceptemos la constitucionalidad, pero cambiemos el sentido de la pregunta, de tal manera que en primer lugar no aparezcan nombres y que en todo caso, sea pertinente que la petición que se haría al pueblo sabio y bueno, contemple no solo a expresidentes, sino también a cualquier funcionario del pasado. De esta manera quedamos bien con el presidente del País, con sus seguidores y con la historia…lo que creí eran unos graznidos, me despertaron abruptamente, luego comprobé que era la televisión con un programa mañanero muy conocido… ¡y los sueños…sueños son!

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