Un relato turístico

Por: Oscar J. Amaya Ibarra.

Analista

Salimos de Chihuahua por la mañana, nuestro destino, la ciudad de Durango, tomamos la vía que pasa por Parral, por económica ya que, afortunadamente, todavía no hay casetas de cobro (que tardarán dijo un amigo). La carretera hasta Parral está bastante aceptable, hay grandes tramos rehabilitados y agrandados que hacen más corto el tiempo, un poco más de dos horas y puede uno ir a disfrutar de la capital del mundo…de la plata, dicen los que saben. Obligado a llegar a comprar los famosos dulces de “la gota de miel” que sirvan de energía para soportar el resto del viaje, que, para llegar a Durango, todavía le faltan varias horas.

Entre Parral y Durango, tienen tiempo rehabilitando la carretera y, esta vez, solo nos encontramos un tramo donde están trabajando y haciendo más ancha la carpeta, nos bajaron a terracería, pero nada incomodo pues solo fue por unos trecientos metros. Salvo las curvas que hay antes de llegar a Rodeo, Dgo; y las que hay posteriormente, que, hay que decirlo, conservan todavía la carretera angosta de hace más de 50 años, el resto de la rúa es una carretera moderna y segura, muy amplia y bien trazada. Llegamos a Durango en el tiempo estimado, sin ninguna novedad.

Encontramos una ciudad de Durango: más grande, más desarrollada y con más topes. Nos pasamos de inmediato a buscar algo de comer y, efectivamente, encontramos un lugar donde nos vendieron unas flautas con verdura con cueritos de cerdo, muy ricas y, por cierto, también muy barato, como es tradicional en la ciudad de Durango, cuando menos la comida.

Después de dos días de disfrutar a un hijo y la hermosa nieta que residen en esa colonial y ciudad, partimos rumbo a Mazatlán, en este puerto nuestro plan contemplaba estar solo dos días y una noche, nada más para no desaprovechar el viaje y disfrutar de pasadita, las delicias del mar. De Durango a Mazatlán se hacen dos horas y media a través de una estupenda carretera, donde se puede disfrutar de lo maravilloso de esa magna obra de la ingeniería moderna, que fue construida por los gobiernos neoliberales de Fox, Calderón e inaugurada por Peña Nieto. Además, también se disfruta de los hermosos paisajes y una combinación de la vegetación propia de zonas frías con zonas templadas y tropicales, que nos muestra el camino.

A unos cuantos (quizás diez) kilómetros de Durango, nos encontramos la primera caseta de cobro, posteriormente y hasta llegar a Mazatlán, siempre y cuando tomes la ruta vieja que viene de Tepic, tendrás que pagar otras cuatro casetas más, porque si te equivocas y tomas el libramiento a Culiacán, nos encontraremos con la caseta número seis, aunque a 20 kilómetros está la entrada al puerto. En total pagamos $750.00 en casetas y $400.00 en gasolina. Cuando llegamos a la caseta más onerosa ($325.00) se nos ocurrió o, mejor dicho, nos vimos obligados de hacer una necesidad fisiológica, que aun cuando era la del uno, requeríamos de un baño decente, (no del monte) Le pregunté a la empleada de la caseta: ¿Señorita, donde está el baño? La señorita sin inmutarse, me contestó señalando el lugar:  allá en aquel edificio, pero no sirve, está cerrado. ¡Plop, reflauta y recontraflauta! (diría condorito).

La carretera tiene un trazo que nada le pide a las mejores carreteras del mundo, sus curvas tienen el peralte idóneo y los señalamientos que permiten tomarlas con buena velocidad. Actualmente se encuentra medianamente conservada, los baches son contados, pero eso sí, los muy poquitos que hay, están muy bien diseñados…como para quebrar suspensiones, más, aquellos que se encuentran antes de entrar o bien, saliendo de algún túnel, por cierto, algunos de los túneles de plano ya no cuentan con alumbrado, lo que hace que sea más fácil caer en los baches.

Llegamos a Mazatlán y nos dirigimos a la zona dorada, donde pudimos comprobar que, cuando menos en este destino, el virus no es ningún impedimento para la diversión. El hotel a donde llegamos estaba lleno, tuvimos que hacer una larga fila para registrarnos, claro que se cumplen los protocolos de seguridad, como en todos lados: el cubre bocas, la sanitización en el túnel de entrada…en fin. El malecón atestado de vehículos, la parte peatonal, los restaurantes y bares, igualmente llenos de turistas. Un detalle curioso y paradójico, es que, dentro de nuestra habitación, nos encontramos un murciélago vivo, lo que además de desagradable hizo que mi imaginación viajara rápidamente hasta la ciudad de Wuhan en China.

En nuestro regreso, independientemente de los pocos, pero bien ubicados inconvenientes que ya relaté anteriormente, no tuvimos ningún problema y llegamos a casa con bien, gracias a nuestro Dios.  Y, aunque esta no era la primera vez que viajábamos por esas carreteras, el viaje es una maravilla, la estancia tanto en Durango como en Mazatlán, como siempre, fue muy placentera y nuestras ganas de repetirlo, mientras Dios y la vida lo permitan, siempre estarán presentes.

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