El Juglar de la Red

Sin oposición y sin partido oficial

Por Rafael Cano Franco.

La empresa GEA-ISA, presentó una encuesta donde la nota principal fue la aprobación del presidente Andrés Manuel López Obrador, pero por ahí, un poco relegado hay un dato más interesante y que no necesariamente debe ser considerado como cierto en toda su extensión: se trata del respaldo que tienen los tres principales partidos políticos en México.

Morena, tiene la mayor aprobación con un 22 por ciento; la encuesta dice que el PRI superó al PAN y ahora el Tricolor presente 17 puntos de aprobación contra 14 de Acción Nacional; del resto de los partidos ni se toman la molestia de dar cifras.

No hay una explicación, que justifique ese crecimiento del PRI; el caso de Morena se entiende siga conservando una inercia de respaldo popular, aunque paulatinamente va perdiendo empuje y arrastre; el PAN, que es el partido político más cercano a una oposición estructurada, no se explica el motivo de su caída.

Pero lo cierto, es que en México siguen existiendo opositores, pero no hay oposición organizada al régimen, por más que grupos como FRENAA presionen y organizan marchas y plantones de protesta, su alcance sigue siendo reducido, pero eso les alcanza para exhibir la intolerancia y capacidad represora del gobierno.

El PRI más parece un aliado de facto de Morena, que un opositor real; no solamente le ha dado los votos para transitar en el legislativo, sino ha callado ominosamente sobre los yerros que comete el gobierno.

En algunos casos, de manera conveniente –como sucedió en el legislativo de Sonora–, el PRI ha sido el factor para no someter a juicio a gobernantes de Morena y con ello, darles la espalda a las demandas ciudadanas de justicia para dar paso a la impunidad y a la complicidad.

El PAN, por más intentos que hace de aparecer ser una oposición estructurada, ara solo en el desierto. A nivel nacional, no tiene una representación legislativa que pueda hacer contrapeso y en su vida institucional existe la amenaza de una diáspora panista a otras agrupaciones políticas, como la del ex presidente Felipe Calderón, “México Libre”, si logra su registro político.

Pero el PAN, tiene una fuerza que si ha sabido capitalizar y son sus gobernadores; a diferencia de los mandatarios del PRI que se muestran dóciles al gobierno federal; los gobernadores panistas operan en bloque y han sumado a mandatarios estatales de otros partidos, como a los gobernadores de Coahuila y Colima, de extracción priísta y al de Jalisco, que salió de Movimiento Ciudadano.

Las peores derrotas electorales que ha sufrido Morena, luego de la elección del 2018, han sido precisamente en entidades gobernadas por el PAN; desgraciadamente la capacidad organizativa y de combate que tienen en sus entidades, se diluye cuando se trata de plantear un frente nacional y por más fuertes que griten sus diputados y senadores, siempre son apabullados por el griterío de Morena.

En el caso del partido del Presidente, hay una singularidad que vuelve a mostrar un rasgo característico de la izquierda en México: el canibalismo.

Morena no ha dejado de ser un movimiento y su paso a partido político no se ha consumado, más allá de ser el partido gobernante, resulta evidente que la amalgama de criterios e ideologías que confluyen en su interior, no les permite una cohesión ideológica que les permita impulsar una verdadera trasformación.

Hoy se trabaja en lo que el Presidente López Obrador quiere y ese es el rumbo que asume Morena, pero no hay una plataforma que establezca una línea de acción partidaria. Si en este momento –en un caso meramente hipotético e improbable— el presidente López Obrador diera un viraje a la derecha, el partido también lo haría, de ese tamaño su indefinición.

En la actualidad Morena no piensa, piensa el Presidente; Morena no tiene un proyecto de nación definido, por eso se apegan al que maneja el Presidente; están tan “sueltos” en su posición de partido, que incluso hay una guerra civil por la dirigencia nacional.

En Morena, ni siquiera saben cuántos son y dónde están porque no tienen un padrón confiable; tampoco atinan a establecer un proyecto estructurado para darle forma al partido; lo que sí se aprecia son grupos en pugna que pelean por el derecho de primogenitura para luego deshacerse de los grupos o liderazgos que estorban.

“La capirotada” ideológica que es Morena ya le pasa facturas; hay defecciones por no compartir ideologías o posturas; las propuestas son tan diversas que a veces son más neoliberales y de derecha que las surgidas de partidos tradicionalmente identificados en esa línea ideológica; lo único que da un poco de cohesión es la presencia de López Obrador y la ambición de mantener poder. Ahora que se defina una dirigencia nacional, lo que se avizora por parte del grupo ganador será la vendetta contra los perdedores y una guerra civil que diezmara a un partido que todavía no tiene ni pies ni cabeza.

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