El Juglar de la Red

Por Rafael Cano Franco.

¡Pero no somos iguales!

Uno de los puntos que más gusta presumir el presidente Andrés Manuel López Obrador de su gobierno, es como él cree se diferencia de los que le antecedieron: en el suyo no hay corrupción, no hay influyentismo, el nepotismo es inexistente y todo eso ha generado un cambio positivo en la vida de México.

Su perorata diaria tiene efecto, muchos le creen que sus dichos son la verdad absoluta y se tragan la propaganda oficial.

Todavía en México, hay quienes aseguran se está viviendo una auténtica trasformación en la actividad pública gubernamental.

El presidente no se cansa de decir que su gobierno no es igual a los anteriores, que todo lo malo existente en el pasado, en el actual se erradicó y que ahora tenemos un gobierno honesto donde no se miente, no se roba y no se traiciona al pueblo.

Pero resulta que no es así.

En el gobierno de Claudia Sheinbaum, en la ciudad de México, se le paga mil 500 millones de pesos a una empresa propiedad de sus dos hijos; su trabajo para el gobierno es construir barreras de contención digitales (granjas de bots), para contrarrestar los ataques en redes sociales que se puedan generar en contra del Presidente y de la propia señora Sheinbaum.

No solamente se trata de una ilegalidad, también es una inmoralidad y más allá de lo efectivo que puedan ser, no deja de ser un acto de corrupción que en cualquier otro momento estallaría como un escándalo de grandes proporciones, pero en el caso actual no pasa nada. Se tolera y se considera válido.

Otro caso de nepotismo y corrupción es la vida de magnate que se da José Ramón López Beltrán, a quien se hace pasar como directivo del Grupo Vidanta y con esa bandera logró grandes contratos para empresas texanas proveedoras de Pemex que hasta una casa le facilitan en Houston y recientemente la familia de su esposa logró recibir en donación un enorme predio en un sector exclusivo de la zona maya, donde se desarrollan los complejos turísticos más caros del país.

Respecto al origen de los recursos de José Ramón, para mantener ese tren de vida que ahora presume en sus redes sociales, no existe un posicionamiento del Presidente, en todo caso lo que generalmente hace es justificarlo; pero es más que evidente que ahí no hay ni austeridad república y mucho menos franciscana. Lo que sí hay es boato y ostentación.

Y ¿qué decir de la justicia para los vídeos donde la familia presidencial recibe aportaciones en sobres amarillos? Bueno, la Fiscalía General de la República informó apenas el lunes 24 que no ejercería acción penal en contra de Pío López Obrador –seguramente el mismo destino recibirán  las demandas contra el otro hermano, Martín — a quienes se les grabó recibiendo aportaciones de dinero en efectivo que se presumen eran recursos públicos provenientes del gobierno de Tabasco.

La FGR no abrió una investigación y justificó esa decisión diciendo que la forma como el video se obtuvo no estaba dentro de la legalidad y por tanto no había elementos para abrir una investigación; pero está claro que al decidir no investigar también se deja abierta la puerta para seguir considerando que ahí se cometió un ilícito, uno de los muchos que con ese mismo “modus operandi” se narran en el libro “El Rey del Cash”.

El presidente también logró comprar la lealtad de la cúpula militar; más de 113 mil millones de pesos entregados sin trasparencia al Ejército y sin conocer el destino, es uno de los grandes actos de corrupción de este gobierno.

Esos cientos de miles de millones de pesos no tienen nada que ver con la construcción de los edificios del Banco del Bienestar, tampoco están relacionados con el Aeropuerto “Felipe Ángeles”, con la construcción de la refinería en “Dos Bocas” o el tren Maya; es dinero que nadie sabe para en qué se utilizó, quien lo administró, cuáles fueron los parámetros de su uso y cual instancia regulatoria superviso su aplicación. Todo fue opacidad.

Pero el Presidente sabe que cuando habla le van a creer, está convencido y convence a los suyos de que todo está cambiando, de que en realidad lo que ahora sucede tiene la justificación histórica de estar realizando una gran trasformación en la vida pública de México; de tanto que repite la mentira de “no somos iguales”, hasta el Presidente terminó por creerla y con él un séquito de aduladores que, más por conveniencia que convicción, también lo repiten y lo repiten. Y algo hay que dejar en claro: cierto, no son iguales, son peores.

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