Más empresarios, menos políticos

Por Gilberto Miranda Chávez.

Analista

Un empresario es un benefactor social. Por definición, un empresario es quien detecta una necesidad en la sociedad y prevé una oportunidad de transacción, siendo el proceso de compra y venta de manera voluntaria; un empresario no necesita ser socialmente responsable, porque su función empresarial engloba la responsabilidad social que conlleva ofrecerle a los ciudadanos cubrir sus necesidades con la oferta de los productos o de los servicios que pueden mejorar la calidad de vida de cada uno.

El empresario no se enriquece a costa de los consumidores, ni mucho menos de manera coactiva. El empresario se enriquece, al servir a los consumidores de manera voluntaria. El mercado, lleno de demandantes o personas que compran productos y servicios, decide de forma consciente a qué oferente o empresario le compra lo que ofrece. El comprador obtiene una ganancia tangible o una ganancia intangible, que en cualquier caso mejora su calidad de vida, mientras que el vendedor obtiene la riqueza como uno de los beneficios de los riesgos que corre al incurrir en costes.

Si hablamos de la oferta de productos y servicios, tenemos que entender que el empresario con su capital, como dinero y máquinas, sirve a la producción de mercancías, por lo que en muchos casos, durante el proceso de producción, el empresario tiene que ahorrar lo que lo lleva a restringir voluntariamente su consumo personal, familiar y empresarial, para intentar satisfacer a la sociedad en contraposición a la mayoría de los ciudadanos que no restringen su consumo, sino que gastan con el objetivo de vivir mejor; mientras que al empresario nada ni nadie le garantiza el lucro o la ganancia que espera ante la incertidumbre. En el proceso de intercambio, el empresario adquiere bienes de producción para satisfacer, la sociedad adquiere bienes de consumo para satisfacerse.

El político es todo lo contrario, se beneficia y se satisface de los impuestos que son intercambios coactivos, que restringen el consumo de la sociedad y restringen el ahorro del empresario. Desarrollar proyectos políticos, no es un acto benefactor para la sociedad, no puede serlo por la naturaleza de su financiación. A lo que debe aspirar, con honestidad, todo proyecto político, es a liberar de las cargas económicas a las personas, pero también a los empresarios quienes, con su capacidad creativa y su sacrificio personal, están dispuestos a ejercer funciones empresariales ante el riesgo del fracaso.

Los empresarios y los políticos son dos especies distintas. Por lo que resulta vergonzoso que los empresarios se reúnan con los políticos, lo que tienen que hacer los empresarios es satisfacer al mercado y si los bienes que ofrecen son buenos, tendrán éxito y si no, tendrán que quebrar. Las cámaras empresariales sirven para hacer política, no sirven para hacer empresarialidad; además, son los consumidores a través de sus preferencias los que arbitran la calidad de los productos y servicios ofrecidos, así como la viabilidad de las inversiones hechas o por hacer, no los políticos.

Un verdadero liberal, entiende que el bienestar proviene de la acción empresarial, no de la burocracia política. Los empresarios de verdad crean clases sociales, fruto del trabajo, el ahorro y la inversión. Los políticos de verdad crean castas sociales, fruto del nepotismo, las prebendas y la imposición. Queda claro entonces la importancia del empresario en la sociedad y su rol como benefactor social, debido a la naturaleza de su actividad. Sin embargo, en épocas de campañas electorales abundan las reuniones entre empresarios y políticos, reuniones totalmente repudiables, pues en muchos casos, salvo honrosas excepciones de empresarios decentes, algunos “empresucios” les piden a los políticos lo que no obtienen de los consumidores.

Mientras el resultado de las funciones empresariales, son múltiples beneficios para la sociedad, el resultado de las funciones políticas son el fallo de los hospitales, de la infraestructura, de la educación, de la seguridad, entre tanto.  Lo que hacen las cámaras empresariales es política, no es empresarialidad. Nada tiene que hacer un político con un empresario, más que actuar como un facilitador de las acciones empresariales, liberándolos para permitirles producir en lugar de provocarlos a politizar. Necesitamos… más empresarios, menos políticos.

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