Los valores según quién

Por Gilberto Miranda Chávez.

Analista

La sociedad no es capaz de elegir bien a sus dirigentes públicos porque la sociedad, ni siquiera, es capaz de elegir bien sus decisiones personales. Y es que la sociedad no es un ente místico y etéreo, la sociedad es un señor yendo a exceso de velocidad y es también una señora pasándose un semáforo en rojo, o un menor faltándole el respeto a un mayor. Todo mal con la sociedad.

Pero, ¿la sociedad está bien o mal, de acuerdo con quién o de acuerdo con qué? Y para evitar o evadir la respuesta a esa pregunta, existe una simbiosis o complicidad entre las individualidades que componen la sociedad y las individualidades que componen el gobierno. Ambos, determinan el bien y el mal como parte de situaciones arbitrarias, impredecibles o decretadas por una voluntad ajena.

De manera objetiva y estricta, proceder correctamente o incorrectamente, es decir el bien o el mal, pertenecen a una serie de códigos de conducta denominados “valores” que están sujetos de manera irrefutable a la preservación de la vida, por lo tanto, la vida es el valor supremo y toda conducta que atente contra la vida es objetiva y estrictamente considerada como mala.

La intervención de individualidades políticas de primer orden no puede continuar siendo determinante en la imposición de valores en las individualidades que componen la sociedad debido a que no solo no preservan el valor supremo que es la vida, sino que en situaciones menos graves generan una descoordinación de las conductas que proponen una absolución de las culpas según con qué objetivo haya sido cometida la falta.

Y las individualidades que componen la sociedad no pueden continuar ignorando las consecuencias de las acciones humanas, sobre todo de las malas, y en caso de ignorar las consecuencias no existe justificación para la absolución de las faltas cometidas. Por alguna de las dos partes se debe romper la simbiosis o se debe terminar la complicidad entre el gobierno y la sociedad.

Todas las acciones humanas son conductas consientes motivadas por la urgencia de satisfacer las necesidades más básicas y elementales. No hace falta que algún iluminado intente dirigir la conducta de los individuos. La sociedad se regula a sí misma a través de conductas empáticas y valores comunes en favor de la convivencia. Nadie es tan tonto como para dañar a alguien que, buscando su propia satisfacción, satisfaga a los demás. Es así como se crean los códigos de conducta, los valores.

Si la sociedad se ha regulado a sí misma cada vez peor, fundamentalmente, ha sido porque el gobierno ante cada intervención les ha propuesto a los individuos a través de las leyes un marco de actuación, pero dentro del cual el propio gobierno ha sido el primero en incumplir y que, además ahora, intentan darles una valoración aleatoria y caprichosa a las acciones individuales de la sociedad. El camino es el liberalismo, la cooperación social en términos económicos, pero también la autorregulación de la conducta ponderando como principal valor a la vida de los individuos. Solamente en una sociedad libre o con la menor cantidad de regulaciones tanto en lo legal como en la intervención de los valores, solamente en una sociedad así los individuos pueden hacer cargo de sus éxitos y sus fracasos, del bien y del mal.

Comentarios de Facebook

Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de las mencionadas cookies y la aceptación de nuestra política de cookies, pinche el enlace para mayor información.plugin cookies

ACEPTAR
Aviso de cookies