El Juglar de la Red

Por Rafael Cano Franco.

La lista negra de Morena

Ahora que el Consejo Nacional de Morena, se reunió para establecer el método y las reglas del juego en la selección de su candidato presidencial, salió a relucir uno de los aspectos más oprobiosos de un gobierno: la censura.

De acuerdo a los parámetros establecidos por el máximo órgano de gobierno de Morena, las llamadas “corcholatas”, deberán “evitar los medios reaccionarios, conservadores, adversarios de la Cuarta Trasformación y partidarios del viejo régimen”.

La prohibición anterior es una declaración de que la censura, las listas negras y
“el bozal”, son algunos de los mecanismos que utiliza Morena para no atender las solicitudes informativas que les hagan los medios.

En la historia de la democracia moderna de México, nunca se había recurrido a una expresión literal como la anterior, no solamente por ser oprobiosa, sino porque al mismo tiempo pinta de cuerpo entero a un partido político y exhibe su intolerancia e incapacidad para alentar el diálogo con todas las voces que participan en una democracia.

El propio Andrés Manuel López Obrador, en sus épocas de eterno aspirante presidencial, buscó esos espacios de los cuales su partido ahora reniega; en no pocas ocasiones acudió a ellos y salió airoso de los cuestionamientos, de la dureza con la cual le planteaban las preguntas y eso le ayudó a crear una imagen de luchador, le permitió alcanzar audiencias que por sí solo no lo hubiera logrado y con eso pudo convencer a esos 30 millones de votantes que le dieron la confianza en el 2018.

Pero ahora resulta que, en México tenemos una categorización de los medios de comunicación y de los periodistas: “los que están conmigo y los que están contra mí”. Para los primeros todas las canonjías y prebendas, para los otros el destierro y el desprecio.

En el periodismo, es un principio básico el cuestionamiento y en no pocas veces puede resultar incómodo, pero un político avezado y fraguado en el quehacer público comprende la importancia de enfrentarse a esos retos; sabe que si logra salir airoso sus bonos crecen y su imagen se fortalece.

Solamente los gobernantes o políticos timoratos, los apocados y aquellos que se sienten con la verdad absoluta son incapaces de enfrentar cuestionamientos; solamente aquellos que tienen mucho que esconder, no quieren las preguntas incómodas y buscan los espacios a modo, los de aquellos que los tratarán con terciopelo.

¿A dónde acudirán a entrevistas “las corcholatas”? Esa pregunta no tiene respuesta porque la instrucción dictada por el Consejo de Morena, pero sugerida desde Palacio Nacional, no hay que ser ingenuos; es tan ambigua que merece precisión.

En este punto, se espera que la dirigencia morenista dé a conocer la lista de aquellos medios vetados y los que son aprobados como “afines” a la Cuarta Trasformación.

Dejarlo a criterio de las propias “corcholatas”, presupone de entrada una trampa porque lo que no está precisado está generalizado.

Será interesante conocer el criterio para la creación de esa “lista negra”, porque ya de entrada presupone un acto de censura, una intimidación contra “las corcholatas”, una “bozal” a la medida para Marcelo Ebrard, pero sobre todo es una exclusión a contentillo de medios específicos que resultan incómodos para el régimen.

Es válido que un candidato se niegue a dar entrevistas, es válido que por estrategia opten por acudir o no a determinados espacios; lo que no se vale es que sea su partido el que los limite y más que lo haga bajo la consigna de que hay enemigos en los medios. Ciertamente existen líneas editoriales que pueden ser adversas a la Cuarta Trasformación, pero también es evidente que en la diversidad y pluralidad se construye una democracia.

Cuando se censura, se limita y se excluye, lo que se exhibe es el deseo de una visión unipersonal, incapaz de aceptar que puede ser sometida al escrutinio social y periodístico no para denostarla, sino con el fin de contrastarla y darle a los ciudadanos un espectro más amplio del panorama y las opciones que tiene a fin de que su decisión electoral sea informada y no producto de una lucha de sordos y mudos.

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