El Juglar de la Red

Por Rafael Cano Franco.

El sistema cerrado ha vuelto

Con la transición del 2000, cuando fue electo Vicente Fox, México pasó de ser un sistema cerrado, para convertirse en un sistema abierto y con ello empezaba a insertarse en la nueva realidad mundial; que el sistema se abriera tenía sus ventajas, pero también se habría de vivir una transición dolorosa.

Durante el siglo XX, el PRI se convirtió en el partido todo poderoso y con una mayoría legislativa dio forma a lo que más le convino; con aciertos, errores y corrupción, así fue moldeando un sistema donde nada se movía sin que el presidente de la República lo autorizara y todo lo que él quería o pedía se concedía.

Los controles del estado eran plenos, pero daban a la población ciertas libertades; sin embargo, en materia democrática y de procesos electorales, todo lo controlaba el gobierno en turno y eso limitaba transiciones gubernamentales.

Ante el mundo, se identificaba el sistema mexicano como una “dictablanda” o “la dictadura perfecta”, porque el estado lograba esos controles sin necesidad de recurrir a una violencia visible o generalizada.

En ese entorno vivió y se formó el presidente Andrés Manuel López Obrador.

La transición a un sistema abierto, que empezó con Ernesto Zedillo, se reforzó con Vicente Fox, siguió avanzando con Felipe Calderón y se consolidó con las reformas de Enrique Peña Nieto; no fueron graciosas concesiones de los gobiernos, surgieron por las presiones internacionales y por las demandas de críticos, personas y grupos, al interior de México.

El IFE, primer antecedente del INE actual, fue producto de las demandas de la izquierda para que el gobierno no controlara los procesos electorales; el INAI, se hizo necesario con los gobiernos panistas; los derechos humanos fueron impulsados por Ernesto Zedillo, aunque ya desde antes se había fundado la CNDH.

En el sistema abierto, ya no éramos una isla en lo económico o político; por los tratados comerciales que firmamos, también se obligaba a los gobiernos a impulsar trasformaciones importantes en las leyes laborales, energéticas, ecológicas, a darle mayor relevancia a la participación de la mujer, se condenaba el trabajo infantil, las condiciones de salud iban mejorando y florecían los negocios en minería, cuidando el entorno ecológico y los recursos hídricos y muchos otros aspectos que se fueron trasformando de manera paulatina.

La movilidad social también se hizo sentir con sus “asegunes”. Cierto que muchos se hicieron más ricos, pero también es verdad que creció la clase media, con empleos bien pagados y con inversión extranjera que se sentía protegida por las leyes, se notó el avance en ciencia, tecnología y para atender a los más desprotegidos, el propio gobierno creo programas sociales que buscaban darles herramientas para que lograran salir de su atraso económico.

En materia educativa, también mejoramos notablemente y con evaluaciones periódicas al magisterio y a los alumnos, se desarrollaron las capacidades lectoras y resolutorias de problemas matemáticos; el efecto se sintió en alumnos que llegaron mejor preparados a los siguientes niveles educativos.

Pero de un plumazo y sin consultar absolutamente a nadie, la mayoría legislativa que tiene el presidente López Obrador decidió que el sistema abierto estaba mal, que era producto de mentes conservadoras –lo cual es una paradoja—y nos regresaron 25 años al pasado.

Todas las reformas y leyes que se aprobaron en el Senado de la República son regresivas y lesivas; nos vuelven a convertir en una isla económica y política –como Cuba, Nicaragua, Bolivia—nos alejan de los estadios de progreso y nos llevan al borde de los litigios legales internacionales.

México perdió atractivo por un nacionalismo mal entendido, por una “patriotería” ultra proteccionista que fomenta las desigualdades, porque inhibe la inversión de los más pequeños y le da herramientas a los más grandes para que, en base a “billetazos” o corrupción, sigan conservando sus privilegios.

Todo lo que se aprobó no cuenta con el consenso ciudadano, no se sometió al parlamento abierto, fueron desoídas voces especializadas y conocedores de los temas, en el peor de los casos fueron ignoradas y sin embargo todo se aprobó como lo quería el presidente, igual que en el sistema cerrado.

Hoy tenemos un estado más fuerte, más militar, pero esa fortaleza deriva de debilitar a otros sectores y de violentar tratados internacionales. Hoy en el gobierno viven una borrachera por el éxito, mañana, todos, viviremos la insalvable cruda.

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