El Juglar de la Red

Por Rafael Cano Franco.

El oro negro nos llevó al “Lunes Negro”

Andrés Manuel López Obrador no es responsable en la caída de los precios del petróleo; pero sí lo es de estar empecinado en considerar a Pemex como la principal industria energética de México, cuando en la realidad está totalmente desfondado y la caída en los precios del crudo lo demostró claramente.

La reforma energética de Enrique Peña Nieto tenía como objetivo explorar el uso de energías alternativas, pero también reducir los riesgos en materia de exploración y explotación; el presidente López Obrador determinó que esa no era la ruta y ayer amanecimos con la fatalidad de que vale más un chicle que un barril de petróleo.

El impacto económico es enorme, de entrada, hay que considerar que el 15 por ciento del gasto público sale de los ingresos de Pemex por la venta de petróleo; traducido a pesos eso llega a un aproximado de 950 mil millones de pesos.

Lo que sucede es producto de la situación del mercado: hay una sobre oferta y muy poca demanda de los productos derivados del petróleo. Al cesar muchas actividades y obligarnos a quedarnos en nuestras casas, los vehículos no consumen gasolina, influye también la reducción en los vuelos, mientras los aviones no despeguen no requieren combustible.

Los países petroleros hicieron un intento por bajar la producción y con ello pretendían mantener un precio estable, pero la realidad los rebasó y es que los grandes países consumidores del crudo tenían sus reservas al tope y por tanto no había necesidad de comprar más.

El derrumbe en los precios llegó a niveles mínimos históricos, fue tan drástico que el precio del barril llegó a cotizarse en -40 dólares, es decir si alguien quería comprar un barril lo podía hacer y todavía le daban 40 dólares por llevárselo.

La apuesta del presidente López Obrador era volver a tener como estándar de riqueza la producción de petróleo y sus derivados, de ahí la construcción de la refinería de “Dos Bocas” –que de entrada se volvió un proyecto inviable y muy oneroso para las finanzas públicas–, pero resulta que Pemex es una empresa que pierde dinero –el año pasado las pérdidas fueron de 365 mil millones de pesos– y es la petrolera más endeuda en el mundo, a pesar de eso este año se le reinvirtieron 65 mil millones de pesos, una cifra irrisoria para sus necesidades financieras, pero muy alta considerando la existencia de otras prioridades para el país.

La situación financiera de Pemex ya era problemática y la calificación de sus bonos estaban en caída libre, pero con lo sucedido el “lunes negro” los bonos de inversión de la empresa petrolera mexicana se pulverizaron al grado de no valer nada.

Entonces, si los bonos son basura y las llamadas “rondas petroleras” se cancelaron, ¿de dónde se va a financiar Pemex? Conociendo al presidente López Obradora, que no gusta dar marcha atrás y se aferra a sus ideas, la única forma de seguir financiando a Pemex es con el dinero de los impuestos. Pero esa apuesta, además de insuficiente para cubrir el hueco existente, resulta que pone en peligro sectores prioritarios de México.

Resulta que al no tener ingresos por casi un billón de pesos –considerando que el presupuesto de este año será de más de 6.1 billones de pesos—el presupuesto federal se altera y esa falta de ingresos debe repercutir en alguna parte; pero además de no tener ese ingreso, resulta que con el dinero público hay que inyectarle oxígeno a Pemex, eso significa que algunos programas o sectores también deben reducir su presupuesto.

¿Dónde se harán sentir esos recortes para paliar la falta de ingresos petroleros y al mismo tiempo para ayudarle a Pemex? La realidad es que todo el aparato público va a resentir el estruendo.

En términos pragmáticos el gobierno debería cancelar algunos programas sociales y cuando menos las tres grandes obras de infraestructura, sobre todo “Dos Bocas” que de golpe y porrazo es ya un elefante blanco; si esas inversiones no se suspenden entonces el golpe presupuestal lo van a resentir sectores como el de la salud, el educativo, la seguridad pública y las participaciones para estados y municipios.

Pero, además el efecto dominó va a dejarse sentirse en el valor del peso frente al dólar y todo indica que la moneda de México tiende a una devaluación; ya llegó a los 24.50 pesos por cada dólar, pero es de esperarse que el deslizamiento continúe, esa situación va a terminar por acabar con una planta productiva que ya estaba muy golpeada por la falta de apoyos y estímulos fiscales.

Y entonces, si no hay empresas que generen empleos y paguen impuestos, si no hay ingresos estables por el petróleo que lleguen a las arcas estatales, el gobierno no podrá financiar su operatividad y eso será catastrófico para todos.

Ese es el reclamo que se le hace al Presidente López Obrador: haber puesto los huevos en una sola canasta.  

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