El masoquismo de la autopercepción o la mentira del feminismo

Por José Antonio Limón Marín.

Analista

¿Qué persona desearía ser mujer en una sociedad en la que a ésta se la oprime por el mero hecho de ser tal; en la que el sexo fuerte, tiene un aventajado camino en cuanto al éxito profesional, deportivo, académico, artístico se refiere; en la que el abanico de posibilidades parece darle al hombre, sin otro mérito que el de su realidad biológica, un grado superior y preferencial en cuanto a la política y dirección de los intereses sociales  respecta; en fin, una sociedad patriarcal y opresora en la que se busca subyugar y oprimir o invisibilizar a la mujer?

¿Quién elegiría ser mujer, si pudiera decidir la estructura cromosómica y la realidad biológica y psicológica con la que habría de ser concebido y nacer? Parece que sólo alguno que necesariamente habría de ser masoquista, o, ¿porque no? ¡Dentro del marco artificial de nuestro ordenamiento jurídico (occidental), un español! Como tantos que lo han decidido, sin otro requisito más que su dicho de autopercepción, tras la promulgación de la así llamada “ley trans”.

La alternativa sensata que se nos ofrece, si nos quitamos un poco el lente progre, será la de entender que el movimiento feminista es, en realidad, no un movimiento defensor de la mujer, sino justamente su principal opresor.

En efecto, desde el momento mismo en que suprime (a través de su hija natural, la ideología del genero), el concepto objetivo de mujer, como miembro de la especie humana con una realidad biológica y genética femenina (con aparato reproductor femenino), reduciendo la identidad a una mera autopercepción (existencialismo puro), desde ese momento, repito, el feminismo empieza a oprimir, invisibilizar y vulnerar a la mujer.

Esto es así porque, como dije, aunque el feminismo se presente como un movimiento que defiende a la mujer, contradictoriamente también ha aniquilado el concepto de mujer.

Y si no se capta esta lógica de autodestrucción, veamos el cada vez más recurrente subterfugio de hombres biológicos (y dicho sea de paso, el único modo real de ser hombre) que, sea por la evasión de las responsabilidades que se imputan a un hombre cuando destrata a una mujer, como golpearla (violencia de genero), o sea por la facilidad de medios que se otorgan a la mujer, empiezan repentinamente a “autopercibirse” como mujeres, y entonces, ya no se habla de violencia de género, sino a lo más, de riña entre mujeres.

Parece que este, es el “tipo de justicia social” a que accede un movimiento que quiere prescindir de la naturaleza, pues al final se elimina el concepto de mujer, porque pretende eliminarse la realidad natural.

En realidad, la ilegítima ficción jurídica que pretenden crear los estados del socialismo del siglo XXI, al otorgar derechos cuya contraparte, las obligaciones que engendran, se ordenan a un sujeto con la identidad biológica que justamente niegan, hace posible, dentro de este ficticio marco legal, burlar la responsabilidad del sujeto de tal obligación, con el uso de la misma lógica del sistema, en este caso, con el sólo dicho de autopercibirse distinto.

Aquí vemos como el derecho, no tiene el poder de crear la realidad, sino solo de constatarla y cernirse a su orden con la promulgación de leyes que la expresen y tutelen.

Ahora si podemos hacer una conclusión: los trans de la autopercepción, están movidos, como se observa en esos fenómenos masivos de transgenerismo en España, no por disforias y problemas de identidad más o menos reales, sino por las ventajas que se obtienen dentro de una sociedad, la cual, aun siendo acusada de opresora de la mujer y patriarcal, otorga grandes facilidades y posicionamiento a la mujer.

Y si este es su incentivo real para autopercibirse mujeres, entonces queda comprobada la mentira que incesantemente difunde la izquierda en el activismo feminista y que es, la de “la sociedad hetero-patriarcal-capitalista”, porque, como pregunte al principio, ¿Quién, sino un masoquista, elegiría ser mujer en una sociedad tan opresora de la mujer?

Dos planteamientos nuevos, surgen de la conclusión a la que arribamos sobre la manipulación del movimiento feminista, y son: ¿Cuál es la verdadera finalidad de un movimiento que, presentándose como defensor de la mujer, está aniquilándola?

Y, como movimiento inductivo del discurso, la pregunta anterior nos lleva a una más complicada.

¿Quién está realmente detrás de esta manipulación y porqué ha escogido a la mujer como sujeto de la revolución del siglo XXI?

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