El liberalismo: la batalla cultural

Por Gilberto Miranda Chávez.

Analista Político, Catedrático de Asignatura

e Innovación de Negocios y Mercadotecnia

El liberalismo es el respeto irrestricto del proyecto de vida ajeno, así lo definió Alberto Benegas Lynch hijo, uno de los máximos exponentes del pensamiento liberal en Latinoamérica, a lo largo de toda la historia. El liberalismo tiene su base en el derecho a la vida, el derecho a la libertad y el derecho a la propiedad, así como el principio de no agresión que avala realizar cualquier acto que no agreda o violente la propiedad ajena y solo en caso de ser agredido o violentado, la agresión en defensa propia está legitimada.

Una vez definido el liberalismo, que por supuesto es mucho más que un párrafo, pero partiendo de esa significación, es necesario identificar entonces a esos actores o grupo de actores que de manera sistemática entorpecen el ejercicio de los derechos ajenos; pero esa tarea, la de identificar a quienes están en contra de la vida, la libertad y la propiedad, la debe realizar cada ciudadano y, a criterio personal, señalar directamente. Pues el perjuicio de las acciones autoritarias tiene impacto en todas las actividades diarias.

En cuanto al derecho a la vida, el liberalismo está siempre y en todo momento a favor de preservarla y cuidarla; los derechos se respetan, es por eso que todo tipo de agresión física, verbal, emocional y económica no es tolerada, ni siquiera el aborto, pues si bien el respeto irrestricto del proyecto de vida ajeno determina que hay que respetar la vida y elección de la mujer por abortar, ¿Quién respeta la vida y elección del ser humano por nacer? Ese ser humano no le pertenece a la mujer, está dentro de ella, pero es un ser humano con genética propia y que, además, la ciencia ha llegado a la conclusión de que la vida surge en el momento de la fecundación, no a la semana doce, con lo cual hablar de interrupción del embarazo es un eufemismo para hablar de un asesinato.

En cuanto al derecho a la libertad, es fundamental comprender que el ser humano tiene una capacidad creativa de la que se desprenden una serie de sucesos, casi milagrosos, que hacen que la sociedad funcione de manera coordinada y espontánea. El progreso de la humanidad se ha dado en la medida en que el conocimiento práctico no articulado y disperso se concentra en la consecución de un fin, y aun sabiendo que los fines de todos los seres humanos son subjetivos y valorados únicamente por quienes los desea, la fuerza de la creatividad y el progreso es tanta que la libertad transformada en beneficios sociales se termina imponiendo a través del desarrollo de nuevos productos y servicios que mejoran la calidad de vida, pues donde hay comercio no hay violencia.

En cuanto al derecho a la propiedad, para cualquier ser humano es imperante disponer del fruto de su trabajo que emana del lucro obtenido de forma legítima por haber beneficiado a la sociedad al haberle ofrecido bienes, sean productos o servicios, de la mejor calidad y al mejor precio, en un sistema dinámico y de transacciones voluntarias como lo es el mercado. No es permisible ni justificable ningún impuesto que, como su nombre lo indica, se debe pagar de forma totalmente obligatoria y por lo tanto violenta, para el beneficio de otros en perjuicio de sí mismo pues toda ayuda o redistribución de la riqueza debe ser voluntaria y jamás sistemática.

El liberalismo, aplicado en diversos países y en diversos grados, ha hecho que los ciudadanos vivan más, dispongan de un mejor sistema de salud, tengan acceso a mejor educación, puedan adquirir bienes de mejor calidad y puedan ser partícipes todos del proceso de la creación de la riqueza. El liberalismo predispone al ser humano al ejercicio de su intelecto para beneficio propio y por extensión, del prójimo. Para el liberalismo, la política busca el beneficio de todos en detrimento de la virtud que genera el egoísmo, es por eso que el liberalismo ha comenzado una batalla cultural y de propagación de sus principios que terminará ganando, aunque será difícil porque a las personas inteligentes, a las personas liberales, no les interesa la política porque no les interesa dirigir la vida del prójimo.

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