El Juglar de la Red

El gran problema del agua

Por Rafael Cano Franco.

México es un país de contrastes, incluso en sus recursos naturales; mientras que entidades al sur del país tienen grandes ríos y lluvias intensas que afectan a la población, en el norte, los estados fronterizos con USA tienen extensas zonas desérticas y padecen de constantes e intensas sequías, eso determina que el agua se vuelve no solamente vital para la subsistencia de la población, es un bien altamente apreciado en actividades económicas como la agricultura y la industria.

Datos oficiales de la Comisión Nacional del Agua (CNA), indican que anualmente el agua dulce que recibimos de las lluvias es de 451 mil 585 millones de metros cúbicos; el problema es que más del 80 por ciento de esa agua dulce está en el sureste mexicano.

De cada cien litros de agua dulce que caen por la lluvia, el 72.15 se destina a la agricultura; 21.46 escurre por ríos y arroyos y 6.38 se infiltra para recargar acuíferos. Ahora bien, el agua que utilizan los mexicanos se distribuye así: 76 por ciento es para uso agrícola; 4.9 por ciento va al uso industrial; 14.4 por ciento se destina al abastecimiento público y el 4.7 es para la producción de energía eléctrica.

El 77 de la población del país, vive en regiones donde no hay agua y por tanto se debe trasportar desde distintos lugares, como es el caso de la Ciudad de México; pero además enfrentamos un serio problema porque el 70 por ciento de los ríos, lagos y presas presentan algún tipo de contaminación.

En los últimos años el agua se convirtió en un problema, pero no derivado de las condiciones de la naturaleza, sino que se volvió un problema de tipo político y por tanto las soluciones que ahora se plantean derivan de posturas ideológicas y no de análisis técnicos serios.

Siendo la agricultura la mayor destinataria del agua dulce en México y siendo el norte del país donde se tienen las extensiones de cosechas más productivas a pesar de ser zonas desérticas con pocas lluvias; de pronto la solución que algunos “iluminados” plantean es un “reordenamiento” en la distribución del vital líquido.

El problema es que esa visión se sustenta en posiciones ideológicas, se establece en base a diagnósticos que emanan del discurso de lucha entre pobres y ricos; su base es esa narrativa donde agrotitanes y gobierno se amafiaron para secuestrar el agua y con ello generaron la disputa política y crearon bandos donde los más ricos fueron los ganadores y perjudicaron a los más pobres.

Esa visión no solamente es sesgada y oportunista; también implica un acto de venganza. Representa la propuesta de quitar agua a esos productores agrícolas para generar una mejor redistribución, sin importar el daño y el desmantelamiento que eso representa de grandes inversiones en investigación y desarrollo de mejores semillas y fertilizantes; sin considerar que se afectará la producción de alimentos y entonces se perjudicará a los más pobres y sin tener en cuenta la disputa legal y eventualmente el conflicto social que eso va a generar.

El problema del agua, no se resuelve con ideología; su auténtica solución se encuentra en la ciencia y tecnología, en el uso racional, en el mejor aprovechamiento del recurso hídrico.

En México estamos rodeados de agua salada, pero no tenemos agua desalada para consumo público; el agua potable que se distribuye a la población se desperdicia entre un 30 a un 50 por ciento por fugas y fallas de la red; de las aguas residuales que generamos apenas se trata del 36 por ciento y el otro 64 por ciento se pierde; en las zonas agrícolas más productivas de México, como el Valle del Yaqui, han sido los agricultores quienes se organizaron y construyeron canales de cemento para evitar desperdicio y aprovechar al máximo el agua, son los distritos de riego los que conocen al dedillo las capacidades de producción y la cantidad de agua que requieren; pero son a ese sector, el que más invierte en el cuidado del líquido, al que primero quieren afectar.

El actual gobierno ya conoció en Chihuahua, lo que son capaces de hacer productores a los cuales les quita el agua que tienen destinada para sus siembras; nadie salió bien librado de esa situación: ni los productores, ni el gobierno de López Obrador.

Insistir en ese discurso divisor e ideologizar el problema, es solamente agravar el conflicto; lo que se requiere es aplicar ciencia y tecnología; dejar que los técnicos encuentren soluciones y fondear políticas públicas para compensar el buen uso del recurso hídrico y estimular proyectos urbanos y rurales para descontaminar el agua que tenemos, al tiempo que se aprovecha mejor.

La politiquería que ahora se cargan con el agua, lo único que va a generar es más sed para todos.

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