El Juglar de la Red

Por Rafael Cano Franco.

¡Amado líder!

Diego Fonseca es un periodista de origen argentino que radica en Estados Unidos; es un liberal de pensamiento y un analista acucioso de los fenómenos políticos que impactan en el mundo; en su más reciente obra “Amado Líder”, muestra y demuestra el pensamiento político, la personalidad y la forma como los líderes populistas gobiernan.

Vamos conociendo su descripción de “Amado Líder” –usted póngale el nombre del presidente que mejor se le acomode–:

Toda crítica es un ataque personal para Amado Líder. La lealtad que apetece para su misión redentora es la lealtad personal, a él: no hay movimiento mesiánico que no gire en torno a su jefe.

Si Amado Líder ve que su pueblo se desvía, lo corregirá primero como un padre. Si se resiste a seguir su señal, montará en cólera, ahora como un padre iracundo. Obediencia y verticalismo son condiciones sine qua non de su proyecto. El culto a la personalidad es inagotable: siempre demanda más. Heroína mesiánica.

Amado Líder dice querer cambiar las reglas para beneficiar a las mayorías, pero construye hegemonías que, a corto o largo plazo, mellan las capacidades del sistema democrático, es decir, de las mayorías, mucha bienintencionada cuestiona en voz baja las malas artes de sus líderes –porque saben que tiene el poder de acabarles la carrera política—pero le dan su voto de confianza, aunque sea evidente que el caudillo es una aspiradora de poder. Es un gobierno joven, dicen y lo justifican: está aprendiendo.

Hay también millones de bien pensantes que creen  que un grupo de personas con buenas ideas y cercanía a la intimidad del jefe pueden “torcer” el timón del líder, pues lo asumen mal aconsejado. Eso no necesariamente es verdad.

Durante los primeros tres años del gobierno de AMLO, una corte de justificadores e intérpretes se citaban entre sí y se felicitaban a sí mismos por su convicción para defender al líder infalible. Siempre vieron las críticas  como un ataque al jefe; muchos jugaron el ajedrez para acercarse y obtener el deseado tiempo íntimo con su maestro. Cientos de voluntaristas  creen que pueden  hacer cambiar  de ideas al caudillo divino sin querer notar  que el tipo llegó donde está porque cree en un destino manifiesto.

Muchos de quienes lo apoyaron lo fueron dejando en el camino y su lugar lo ocupan quienes, antes capacidad, muestran lealtad absoluta y no tienen la mínima intención de cuestionar ninguna decisión. Sigue a Amado Líder a ciegas y con los oídos tapados.

Amado Líder no vive confundido: hace lo que cree, podrá haber teatro o impostación para llegar al poder, pero una vez allí, si tiene tintes autoritarios los mostrará. Si cree que su razón manda –“se hace porque se hace”—no será por la clarividencia del estadista –que tiende a explicar, duda y replantea—sino por la intuición o testarudez de un convencido que no acepta contraargumentos.

La pose es necesaria para seducir, pero en las decisiones reales del poder se ven quien es quien. Este caso los únicos chicharrones que truenan son los de Amado Líder y de nadie más.

Amado Líder es un hábil creador de realidades alternas. Una mentira debe montarse sobre otra para mantener en pie la arquitectura del engaño y eso lo obliga a vivir en una construcción permanente de su realidad, de sus otros datos.

Las teorías conspirativas son la red de seguridad del mundo paralelo creado por Amado Líder: ponen bajo sospecha cualquier actor que las cuestione. Aunque son desdeñadas a menudo por sus críticos, las conspiraciones imaginarias importan, pues las personas las convierten en acciones y en hechos políticos. Esas teorías pueden disminuir la fe en las instituciones y en el gobierno, generar desconfianza en la ciencia y en el conocimiento comprobado, y hasta inspirar violencia.

Los mesiánicos saben explotar esas ansias en su relación dialéctica con las masas, pero deben mantener el amor entregando soluciones pronto, manteniendo sus promesas para aquello que no pueden cumplir con rapidez y culpando al pasado y a las élites por todo lo que sea imposible de resolver.

El mito narcisista del líder carismático debe mantener su aura súperhumana –es el mejor de todos nosotros—para que las masas lo amen. Amado Líder debe ser dios siempre: En público, en el baño, en la cama.

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