Acerca de los deportistas mexicanos

Por Gilberto Miranda Chávez.

Analista

Se juega como se vive. Cualquier deportista de alto rendimiento sabe que se juega como se vive. Un deportista que come mal, que duerme mal, que piensa mal, que se educa mal, que se siente emocionalmente mal, juega mal. Tan sencillo como eso. Ahora, hay que entender que todos esos factores como comer, dormir, pensar, educarse o sentirse, ya sea bien o mal, no dependen solo del deportista, sino del entorno social. Y en el caso de México, o de los deportistas mexicanos, es evidente que el entorno social en el que se desarrollan es un asco. Y no es culpa de ellos.

Pasarse un semáforo en rojo, pasarse un alto, no ceder el paso, estacionarse en un lugar no permitido, no cederle el asiento a una persona mayor o con algún problema físico, rayar las paredes, insultar o gritar, no esperar el turno en el banco, meterse a la fila del mandado… todos estos hechos, y otros más que podemos enumerar, son el reflejo de la indisciplina. ¿Y de dónde salen los deportistas? De esa sociedad indisciplinada.

Es imposible que surjan deportistas de alto rendimiento entre ciudadanos de bajo rendimiento. El deportista, como cualquier profesional de cualquier área, es una extensión de la sociedad. Y lo que estamos viviendo en México, en los últimos años, es cada vez una mayor descomposición de la sociedad y la indisciplina para cumplir con las normas de convivencia más básicas que faciliten la vida.

Ahora, dejando atrás el tema social y entrando al tema económico, lo que está pasando es igual de grave en lo económico como en lo social. Los últimos años, la Comisión Nacional de Cultura Física y Deporte (CONADE), ha estado envuelta en casos de corrupción, de millones de pesos, impactando severamente en el rendimiento deportivo, pero, además, comprometiendo el futuro de las siguientes generaciones de deportistas.

El éxito deportivo está relacionado, sin duda, con la tasa de capitalización por deportista, esto significa: el porcentaje de bienes de capital –en este caso, herramientas deportivas– con que se cuenta por cada deportista. Y no solo es una cuestión de dinero, sino de la correcta asignación de los recursos. Porque incluso teniendo dinero, la tasa de capitalización –el porcentaje de dinero invertido– puede invertirse mal, en instalaciones innecesarias o herramientas obsoletas.

Por poner el primer ejemplo: mucho se dice del dominio de países como Estados Unidos, China, Japón, Rusia, Australia, Reino Unido, Corea del Sur, Alemania, Francia, Italia, Países Bajos y Canadá, que siempre son los mismos, sí, porque sus deportistas viven en sus propios países que son desarrollados, e incluso otros deportistas que ganan medallas, pero son originarios de países subdesarrollados se entrenan en países desarrollados, países capitalistas –excepto China y Rusia, que son casos especiales– en donde el porcentaje de inversión en instalaciones y herramientas es mucho mayor y mejor que en los países menos capitalistas.

Por poner el segundo ejemplo: poco se dice de Gabriela Bayardo, nacida en México, que ganó la medalla de plata en tiro con arco representando a los Países Bajos y entrenando en los Países Bajos, y quien no pudo representar a México porque le exigían que entrenara en México. Imaginémonos, pues, las facilidades que tuvo la deportista al entrenar en un país desarrollado. Dudo que entrenando y representando a México obtuviera una medalla, de hecho, México, en total, sigue sin siquiera una medalla de plata al 29 de julio.

Los gimnasios de las universidades o sitios de alto rendimiento en países más capitalistas están muy por encima de los menos capitalistas. No es lo mismo entrenar los cuádriceps con una sola máquina que con tres máquinas que ayudan a trabajar específicamente cada uno de los músculos que componen los cuádriceps como el recto femoral y los vastos medial y lateral. Así que cuando hablamos de que los deportistas mexicanos son poco competitivos, en gran medida, no es culpa de ellos. Ellos son parte de una estructura deportiva en donde tienen que lidiar con funcionarios públicos dudosos.

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