Ciudad de México.- Con el corazón de los fieles puesto en el deber de transmitir lo recibido y hacerse otra vez como niños para entrar en el reino de los cielos, la Fraternidad Sacerdotal San Pio X realizó su 34° peregrinación anual en honor a Cristo Rey, el 31 de octubre de 2021 en la Ciudad de México.

Tras un año de ausencia, debido a la contingencia sanitaria por el Covid 19, el pasado domingo 31 de octubre de 2021 tuvo lugar la peregrinación anual en honor a Cristo Rey, en donde 1,600 fieles de todos los prioratos de México, 12 sacerdotes, varios seminaristas y 5 religiosas oblatas partieron de la Plaza de Santo Domingo, en el centro de la ciudad, hacia la Basílica de Nuestra Señora de Guadalupe, recorriendo una distancia de casi 10 km, y lidiando con el tráfico habitual de la CDMX y el sol de mediodía, para proclamar públicamente la realeza de Nuestro Señor Jesucristo. 

Terminada la visita a Nuestra Señora del Tepeyac, y para cerrar con broche de oro, los peregrinos se dirigieron al Convento de las Madres Mínimas Franciscanas y al Instituto Venerable Padre Juan González, para asistir a la Santa Misa, al término de la cual participaron en un alegre convivio donde pudieron tomar un refrigerio y un merecido descanso. 

Quinientos años han transcurrido ya desde la consumación de la conquista española sobre los territorios de la antigua Tenochtitlan, momento a partir del cual se instauraba, por gracia de Dios, la Cruz de Jesucristo en todos los estratos y ámbitos de la sociedad. Desde esa Cruz, que la sociedad novohispana veía erigirse todos los días sobre los altares de tantas iglesias, capillas e incluso catedrales, obtenía las gracias en abundancia para su militancia en el combate por arrebatar el cielo. Era el inicio de la redención de una antigua sociedad, que bien estaba estructurada social, política y religiosamente (teniendo incluso la noción de sacrificio, aunque corrompida), se hallaba extraviada, lejos de la verdad y fuera del conocimiento de la doctrina revelada por el Hijo de Dios. 

Sin embargo, el edificio de esta sociedad que perseveró y se mantuvo inmaculada ante las herejías formales por alrededor de 300 años, se vio socavada en sus suministros, muros y estructuras por los partidarios del error, que pronto fueron los enemigos de la Iglesia, y con ello de la sociedad cristiana, mediante la abolición de las leyes del gobierno católico para reemplazarlas por escandalosas medidas arbitrarias que a partir de este momento se implementarían y que hasta nuestros días tienen su repercusión en las leyes actuales que son totalmente opuestas a las de Dios; instauración de la educación laica, expropiación de los bienes eclesiásticos; persecuciones a tantos religiosos; usurpación de la monarquía española (en estos territorios el gobierno directo recaía sobre el virrey) por distintas formas de organización política, que en su gran mayoría han tenido sólo algo en común: ser totalmente contrarias al reinado de Cristo Rey.

«Tú dices que soy rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo, para dar testimonio de la verdad; todo el que es de la verdad oye mi voz» (Sn Jn 18, 37) son, no obstante, las palabras de autoridad con las que Jesucristo Nuestro Señor nos recuerda su realeza, su condición de Rey: Rey de todo lo visible y lo invisible, de todo lo creado; Rey por creación, conservación y redención; Rey legítimo de todas las sociedades y del universo entero. A pesar que los gobiernos modernos lo nieguen, Él está al final de la vida; aunque las sociedades que Él conserva día tras día lo vituperen, Él las sostiene ya. Este fue el fin de la peregrinación una vez más, exaltarlo a Él, en primer lugar, a nuestra Señora, a nuestra fe católica, reconociendo que su reino realmente está aquí, pero hay que dejarlo reinar, ayudando a que reverdezcan los tallos que sus enemigos se han dado a la tarea de pisotear con vanas esperanzas de un día marchitar; hasta que reverdezcan; hasta que se enderece lo que ha sido doblado y reflorezca con olor a santidad. 

Es importante recordar, empero, que los castillos de ese edificio llamado Nueva España, ahora conocido como México, aún más… de toda la América hispana y católica, es la Santísima Virgen de Guadalupe, madre del Dios por quien se vive y madre nuestra. Ella es la fundadora mística de esta gran ciudad en su totalidad, por eso al pie de ella la peregrinación tuvo su final. A ella recurrieron las almas fieles tras declarar solemnemente este reinado social y universal.

¡Viva Cristo Rey!
¡Viva Santa María de Guadalupe!
¡Viva México Católico!

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